Introducción
En el pasado...
Un milenio atrás, el Imperio del Hombre dominaba todo el continente. Las demás razas, subyugadas, languidecían bajo el yugo de la esclavitud y el racismo. Los antiguos dioses, las creencias y diferentes culturas de cada nación del continente habían sido reprimidas y substituidas por la obligada adoración al Emperador; prácticamente un Dios en la Tierra.
Algo cambió. de la noche a al mañana, el Imperio perdió algo. No se sabe qué exactamente. Las leyendas hablan de la muerte del Dios-Emperador, o de una gran plaga en la capital, o de cómo se acabó de perder el favor de los poderes (divinos o infernales) que sostenían todo aquello. Fuera como fuese, las razas no humanas intentaron, uniéndose en una desesperada alianza, recuperar sus vidas, su cultura, su dignidad. Incluso los humanos más desfavorecidos se unieron a esta frágil alianza.
Después de un siglo de cruenta Guerra Civil, y al borde de la desaparición, el Imperio se hallaba herido de muerte, resquebrajado. Con la inminente victoria del Pacto de los Pueblos, la batalla final empezó en la antigua Capital Imperial. Tal fue la magnitud de la contienda, tan derruida quedó la ciudad, que hasta su nombre y su paradero se han perdido a lo largo de los siglos, entre los escombros de la memoria. Aquel día se conoce como el Cataclismo.
Después de sobrevivir milagrosamente, los comandantes y líderes del Pacto tomaron una extraña decisión: el Imperio debía sobrevivir. Debía ser reconstruido. Mediante un poderoso ritual mágico enlazaron los destinos de sus pueblos.
Aun así, el Imperio del Hombre, tal y como lo conocían, no tardó en desaparecer. Bajo la tutela de una Asamblea formada por todas las razas, se desmanteló el antiguo orden: el Culto al Dios-Emperador, sus Jueces Inquisidores, los corruptos gremios... Una nueva capital fue fundada bajo la bendición de las naciones, justo en el centro de lo que quedaba de Imperio. Así, facilitando el comercio y el intercambio cultural y académico entre las diferentes culturas, floreció no como un yugo que atara a todos, si no como una conversación amistosa, como una relación entre amigos.
La Unión Imperial servía para mejorar la vida de todos sus ciudadanos, cualquiera que fuera su raza u origen.
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